Mariano Galindo.
En estos días de extraña pretemporada, entre la crisis con China desatada por Daryl Morey, que no solo ha arrastrado a los Rockets sino a toda la NBA, un nombre, a priori como otro cualquiera se colaba en la lista de jugadores que son dados de alta para el training camp. Kavion Pippen era firmado por los Warriors, con el clásico contrato Exhibit 10 que posiblemente termine con sus huesos en los Santa Cruz Warriors de la G League.
Pero para ser la primera experiencia profesional del pívot no está nada mal que te llame Golden State. Hasta aquí, todo normal dentro de las idas y venidas de fichas en las pretemporadas, refuerzos para completar los entrenamientos y dar profundidad a la plantillas. Sin embargo, Kavion Pippen no es un cualquiera porque haga lo que haga siempre será el sobrino de. Concretamente es el sobrino de Scottie Pippen, quien ya ha superado los 50 años, y cuyo hijo Scottie Pippen Jr. habitó en Sierra Canyon High School, donde juegan desde este curso los vástagos de LeBron James y de Dwyane Wade.
Está pues el apellido Pippen vigente en la NCAA, puesto que Scottie Jr. debutará con Vanderbilt en la 2019-20, y en la NBA con la firma de Kavion. Una contratación que llega más de 15 años después de que el Pippen original colgara por primera vez las botas y saliera para siempre de la liga. Pero digamos que aquella retirada no lo fue del todo, que tuvo un epílogo curioso, transcurridos los años y con la necesidad económica como bandera, en forma de gira por Escandinavia.
A inicios de 2008 el mundo sospechaba, quizá como ahora, que alguna gran crisis se avecinaba a la vuelta de la esquina. No restaba mucho para ese fatídico septiembre de 2008, aquello de Lehman Brothers, el fin del mundo tal y como muchos lo habían conocido.
En septiembre también, pero de 1965, había nacido en Arkansas Scottie Maurice Pippen. Para enero de 2008, el fiel escudero de Michael Jordan, el ganador de seis anillos con los Bulls y de dos oros olímpicos, el número 33 de Chicago, dorsal retirado de la franquicia, sumaba ya 42 años en su carnet de identidad. No jugaba de manera oficial desde la campaña 2003-04. Entonces, acumuló 23 duelos — lastrado por las lesiones de una rodilla eternamente inflamada — en su último baile con los Bulls. Mentor de jóvenes, veterano próximo a la cuarentena, ese cameo final con Chicago vino un lustro después de irse de la Ciudad del Viento tras el sexto anillo. Recuerden, aquella canasta de Michael Jordan en Utah para el 4-2 de las Finales de 1998. La segunda retirada de Su Majestad, la desbandada en los Bulls, del todo a la nada en meses. Pippen también dejó el equipo, pasó un curso por Houston y luego cuatro por Portland antes de regresar a casa para decir adiós.
Jed Jacobsohn /Allsport
Después de estar en el Olimpo de todos los dioses, retirarse con una veintena de partidos en unos decrépitos Bulls que buscaban todavía su camino desde 1998 fue un poco de aquella manera para Pippen. Chicago, tres entrenadores esa campaña 2003-04, con Bill Cartwright de inicio —compañero de Pippen en esos Bulls de los primeros tres campeonatos seguidos y luego asistente de Phil Jackson en la segunda hornada de anillos— fue octavo de la División Central y un balance de 23-59. La vida quiso que Pippen jugara su último encuentro de la NBA contra los Sonics, un 2 de febrero de 2004. El cartílago y su rodilla en general no daban más de sí. Seattle había sido la franquicia que en 1987 había apostado por él para gastar su número 5 del draft. Pero esa apuesta quedó convertida a las pocas horas en un intercambio con Chicago por Olden Polynice, entre otras cosas. El resto del relato ya lo conocemos.
Urgencias económicas
No es nada nuevo. Cuando se habla de jugadores que se arruinan tras colgar las botas, el nombre de Pippen asoma siempre entre los primeros de la lista. El término arruinarse es severo sobre todo para un tipo como él que ganó solo en contratos deportivos más de 100 millones de dólares. Pero no, las inversiones no le fueron bien. Ruinosos negocios en el mundo de la aviación o restaurantes de lujo, incapacidad de vender su esplendorosa casa por más dinero de lo que invirtió en ella y otra serie de millones arrojados en las manos que no debían daban como resultado un Pippen sin mucha blanca menos de un lustro después de colgar las botas.
En el invierno de 2007, Pippen se machacaba en Fort Lauderdale, Florida, para regresar a la NBA. Había pasado los 40 años ya y en su trabajo de intento de retorno siempre dijo que buscaba un séptimo anillo. Quizá ya entonces las telarañas en las cuentas corrientes del jugador hicieran mella en su ánimo y fueran razones económicas más que deportivas las que le metían en el camino de regreso. El Chicago Tribune publicaba en la primavera de ese año que el dinero andaba escaso en las arcas de Pippen.
Y sin embargo, y a pesar de que el MVP de las Finales de 2006, Dwyane Wade, había abrazado la idea de que Pippen se pudiera unir a los Heat, ni esa puerta ni ninguna otra se abrieron… al menos en la NBA.
El cameo escandinavo
Al comienzo de la 2007-08, Pippen cumplía 42 años y la NBA no disponía de un contrato para él. Años antes, su excompañero Dennis Rodman había jugado algún bolo en Finlandia. Los rumores sobre la posibilidad de que Pippen se fuera también a los países escandinavos a participar en algunos compromisos profesionales empezaban a crecer. Se hablaba de un par de partidos en Finlandia. Y así fue.
“Mis días como jugador están terminados”, aclaró siempre Pippen al respecto de aquel paso por Finlandia, con el entonces líder de la liga el Torpan Pojat, y por Suecia. Más que una plataforma de regreso a las pistas, ese pequeño tour por el norte de Europa con el que abría el año 2008 tenía un claro afán recaudatorio para Pippen, que en el par de partidos con el Torpan Pojat sumó un cifra “que no llegaba a los 100.000 dólares”, como él mismo reconoció. Ganó los dos duelos. En el primero de ellos, 12 puntos; 9 puntos y 9 rebotes en su despedida de Finlandia.
Tras aquello todavía le quedaba un último trabajo, de 66.000 dólares, en el Sundsvall Dragons de Suecia. Sería su último partido como profesional. “Ha estado bien. No me encuentro en mi mejor forma, pero ha sido divertido”. Con el también líder de la liga de Suecia Pippen celebró quizá su mejor choque en su gira por Escandinavia. Hay un vídeo que circula por Internet donde se ve de lo que fue capaz a sus 42 años en un liga que no es de las mejores ni mucho menos de Europa. Pippen, a ritmo sostenido, sin forzar demasiado, firma algunos triples, trota para bajar a defender, sonríe, da las gracias por la asistencia, mete una canasta a aro pasado, intercambia chascarrillos con el defensor rival, da un pase de espaldas que genera unos cuantos “ohhh” de la afición local. Y ya. Los Sundsvall Dragons ganan el duelo, Pippen recibe una placa conmemorativa al final de todo, y termina su carrera deportiva, esta vez sí, con 21 puntos, 12 rebotes, 6 asistencias y 2 robos en media hora sobre el parqué.
“Tuve tiempo de descansar y no me he sentido mal esta noche. En los partidos de Finlandia estaba cansado por el jet lag. Hay jugadores en estas ligas mejores que algunos de la NBA, solo necesitan que alguien busque un perfil de su calibre”, dijo Pippen tras cerrar su etapa en Finlandia y en Suecia. Un guiño exagerado a un par de torneos que le acogieron en su invierno deportivo, extraño tour auspiciado en Finlandia por el antiguo directivo del Torpan Aleksi Valavuori, el mismo que consiguiera años atrás amarrar para un baile a Rodman; y en Suecia por Mike Wilhelm, asistente de los Bulls y que había iniciado su carrera en los Dragons.
“En el futuro juntaré a Pippen y a Jordan de nuevo para un partido solidario, posiblemente”, se atrevió a decir Aleksi Valavuor en 2008 tras el éxito de la prueba con Pippen en Finlandia (todos los billetes vendidos para los dos partidos). En 2009 Jordan entraba en el Salón de la Fama. En 2010 lo hacía Pippen. Se volvían a juntar en un lugar del que nadie les sacará jamás.
Jordan regresó a las pistas cuando arrancaba el siglo XXI para unirse a los Wizards. Muchos consideran que fue un error, porque lo idóneo habría sido irse con esa icónica imagen, Byron Russell en el suelo, en las Finales del 98. Jordan no volvió por dinero, lo hizo por necesidad de competir, de seguir ahí, quién sabe si otras razones más. Pippen, su socio tanto tiempo y solamente dos años menor que MJ, resistió más en la NBA. Pero una vez cerrada aquella puerta nadie se la volvió a abrir. Escandinavia fue algo exótico, diferente, ciertamente extraño. Fue, jugó, ingresó un par de cheques y hasta siempre. Aquello queda muy lejano, muy extraño. Una fría anécdota, en definitiva.
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